Debido a la gran repercusión que tuvo la conferencia de Carlos Semino en el marco de la » I Jornada de Patrimonio de La Boca del Riachuelo» en Museo nacional de Bellas Artes, y a la demanda del texto por parte de investigadores, historiadores y estudiantes de arte, ponemos el mismo para su difusión.
LA ESCUELA DE ARTE DE LA BOCA.- ALGUNAS NOTAS ACERCA DE SU SIGNIFICADO Y ALCANCE – CONFERENCIA MNBA DEL 20/0/2010
Deseo agradecer a los organizadores de la I Jornada sobre el patrimonio de la Boca que se celebra en el auditorio de la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires la oportunidad que brinda a quien se encuentra frente a Uds. para que exprese en este ámbito su opinión sobre el peculiar fenómeno artístico producido en la ribera sureña de la ciudad entre los principios del siglo anterior y sus mediados.
Aludo a la formación, desarrollo y lento crepúsculo de la notable Escuela de arte de La Boca
Cuando no se la niega, se menciona en los manuales de la materia de modo ambiguo su importancia, pero no se ha reparado suficientemente en su definición y carácter , y particularmente, no se ha detenido la opinión especializada en destacar la densidad orgánica de sus elementos constitutivos .
Han sido presentados sus artistas como expresiones individuales de una actitud ante la pintura, o de simples creadores empeñados en manifestar su adhesión a ciertas representaciones de la modernidad, pero nunca han sido exhibidos sus trabajos y puntualizados sus enfoques como componentes conspicuos de un mundo particular en el que lo artístico constituyó la coronación de la vida colectiva.
Y eso fue, en su búsqueda fundamental el arte de la escuela de la Boca; la coronación espiritual de un modo de entender la vida y sus avatares.
La expresión privilegiada de un mundo en el que convivieron en armonía indisoluble el trabajo y el espíritu, buscando dar afanosa respuesta a la vitalidad del rumoroso asentamiento.
Ninguno de sus grandes maestros pueden ser comprendidos cabalmente si se los separa de ese contexto privilegiado; hay un correlato manifiesto entre sus experiencias y la caja de resonancia que las contuvo.
El arte boquense estuvo ligado íntimamente desde su momento fundacional, en el año 1903 en que aparece el maestro toscano Alfredo Lazzari, a la vida de lugar.
Como bien lo puntualizó su historiador emblemático, Antonio Bucich, es el fruto maduro de las dos disposiciones centrales del alma italiana; la plástica y la lírica.
Desde dichas disposiciones espirituales se explica la irrupción, plenitud y decadencia de la magnifica escuela artística de La Boca que construyó un imaginario reparador construido en torno al Riachuelo.
Dió cuenta de su búsqueda de identidad mediante una miríada de imágenes cargadas de sentimiento y belleza.
Se habrá observado que fui enfático en mi afirmación inicial; cuando hablamos del arte lugareño debemos remitirlo sin ningún tipo de dudas a su marco de pertenencia; la escuela boquense.
Detrás de este señalamiento sobrevuela un intento de reivindicación.
Porque transcurrido mas de un siglo desde su aparición publica –los albores del siglo anterior- aún suele utilizarse el arsenal de análisis de la critica metropolitana canónica –toda ella elaborada entre los 16 años que van desde 1924 a 1940- para relegar sus valores artísticos y desvirtuar su carácter de fenómeno cultural mayor.
Nunca desde la mirada central se reconoció el carácter orgánico de la escuela artística boquense.
Por el contrario sus mayores representantes críticos se encargaron desde la década de los años 40 del siglo anterior, en enfatizar sistemáticamente, Julio Payró en particular, que “La Boca no tiene una escuela propia. No debe ni puede tenerla”.(50 años de arte boquense. De Andres Stoppa a nuestros días. Febrero/marzo de 1940. Galeria del Banco Municipal de Prestamos. Exposición organizada por el Ateneo Popular de La Boca que fue criticada por Payró en la revista Sur Nº 67 aparecida en el mes de abril del año 1940)
. A quién le interese el tema recomiendo que lea con detenimiento ese artículo iluminador del pensamiento artístico dominante , que es verdaderamente un manifiesto antiboquense desde la primera hasta la última linea..
Ese juicio canónico enunciado por el mayor critico de arte de la época en nuestro país, marcó la dirección y el carácter impreso a la mirada sobre el arte boquense hasta nuestros días
Ahora bien, nosotros que no observamos el fenómeno sucedido desde la terraza de la metrópoli sino desde el corazón del suburbio sureño, podemos hablar de una escuela cuando pensamos en el acontecimiento artístico boquense?
Absolutamente SI.
No solo podemos, sino que debemos hacerlo, porque de obviarlo, ocultaríamos las diferencias esenciales que distinguen al arte boquense del que desarrolló la metrópoli, centrado en la imagen mitificada de la pampa inicialmente, y más tarde en la fidelidad a los ciclos de vanguardia, cayendo en el mismo error que dominó a la crítica a lo largo de todo el siglo anterior, salvo honrosas excepciones.
Cabe formular como prologo a nuestras afirmaciones que al hablar de escuela tenemos presente que el propio diccionario, refiriéndose a los fenómenos artísticos y literarios nos indica que puede hablarse de ella (es decir, de escuela) cuando en una época y lugar determinados un conjunto de artistas trabajan en torno a temas comunes utilizando técnicas de interpretación de caracteres similares.
En ese sentido puede dudarse que los artistas boquenses cumplieron sobradamente esas exigencias?
No existió una común visión en el núcleo de sus representaciones?
No fue evidente desde el primer momento que su despliegue se inscribía en el pliego de los grandes relatos históricos en los que el arte constituye una visión privilegiada de la realidad como totalidad?
No se percibía claramente que sus imágenes, presentadas en el contexto de variaciones estilísticas propias coincidían en el rechazo de toda forma de vanguardismo tanto como de academicismo?
No alcanzaba a visualizarse que todas sus producciones tenían su eje en un elemento dinámico y fluyente que ordenaba el imaginario en construcción, el vientre de mil rayos que representaba el Riachuelo?
Para sintetizar; existe algún aficionado al arte que ante la presencia de sus obras más representativas sea capaz de confundir al artista que la pintó, al lugar que le sirvió de inspiración o la memoria que su realización celebra?
Líneas más arriba hablábamos que la indiferencia que a lo largo del extenso período que comprende la historia del arte nacionales desde 1938 a la fecha reconoce algunas honrosas excepciones
Y en ese terreno es preciso mencionar a ese critico del diario La Prensa para mi desconocido que en ocasión del 3er concurso artístico destinado a artistas noveles organizado por el Ateneo Popular de La Boca manifestó que a esa altura debíamos reconocer que en la Boca nos encontrábamos en presencia de una escuela de arte de naturaleza superior, a Osvaldo Svanascini que con la fina sensibilidad de un poeta en el año 1965 publico un encomiable trabajo titulado “Un mundo en un barrio”que se ocupó de describir las notas principales de la atmósfera boquense; a Rafael Squirru que a pesar de estar formado en una concepción nacida en la visión céntrica de lo artístico nacional y haber fundado el Museo de arte moderno en el año 1956, reconoció públicamente que la boquense debía considerarse la “protoescuela” de la de Buenos Aires, y a Raúl Vera Ocampo, que en oportunidad de la gran retrospectiva del maestro fundador de la escuela, el toscano A.Lazzari celebrada en las Salas Nacionales de exposición en el año 1987, manifestó que Lazzari fue, a su modo de ver, “el verdadero y único fundador, gestor y promotor de esa escuela que en el Río de la Plata alcanzó ribetes fundamentales”
Gestos precisos, libre de prejuicios todos ellos, que se constituyeron en clivajes de una interpretación, aún en construcción, mucho mas comprensiva del arte nacional considerado como totalidad.
Que otra manera podrá utilizarse para definir a esa corriente que en el campo de las artes plásticas creó una imagen de mundo alrededor de los temas, lugares y objetos que fueron característicos y propios de la vida inmigrante haciéndolo mediante la definición de caracteres comunes, y utilizando técnicas de representación tradicionales, en un espacio físico y psicológico compartido.
Claro que el error de la crítica al que aludo líneas más arriba no es inocente y tiene su origen en un fenómeno que trasciende al campo de la crítica artística.
Está emparentado con la matriz cultural que definió el patrón estético de legitimación impuesto por la metrópoli, y en su origen se encuentra ligado a las raíces desde las que se construyó la relación política, social y cultural con el mundo inmigrante desde las décadas finales del siglo XIX,
Pero ahondar en este tema nos llevaría muy lejos, y no es esta la oportunidad para abordarlo como lo merece.
Bástenos decir que desde la metrópoli solo se vieron con buenos ojos aquellas producciones que cumplieran con el paradigma cultural aceptado.
Se alentó una interpretación excluyente de la obra de arte que era visualizada como expresión de la modernidad estilística, y se tendió a devaluar cuando no a absorber, las mejores manifestaciones del arte marginal , al que se lo consideraba expresión de un núcleo selecto de individualidades excepcionales sin proyección antes que el producto de una construcción colectiva.
Sin embargo, la construcción colectiva es el gran aporte del arte boquense
Desde esta perspectiva que marcamos, buscó trasmitir las vivencias del mundo circundante desde los planos intimistas e iconográficos, atendiendo a las peculiaridades del lugar y al carácter de sus habitantes.
Su aparición y aún más, su explicación constituyó en su momento, y lo es todavía, un desafío a los planteos del pensamiento oficial en materia estética, que desde sus orígenes y hasta comienzos del siglo anterior elaboraron una interpretación inicial articulada alrededor de la noción del paisaje pampeano, para pasar más tarde, a interpretar lo moderno desde la tardía modernidad periférica de los 20, que enfatizó la adhesión del arte a las diversas corrientes estilísticas, desvinculándolo de toda relación con la materialidad al tiempo que transformaba los medios en fines.
Lo dice el propio Payró en la virulenta critica del año 1940 que ya mencionamos anteriormente.
En un pasaje del texto afirma ; “El tono general de la exposición era-en términos de Paris- mucho más 1910 que 1940” (Revista Sur Nº 67, abril de 1940; pagina80).
Lo que seguramente ignoraba Payró es que a los artistas boquenses no le preocupaba como a los artistas bonaerenses de entonces representar al Paris del año 1940, conscientes que para ese propósito estaban los artistas franceses mucho mejor preparados.
No siendo para La Boca el arte la expresión de una matriz superestructural de la cultura, sino una metafísica de destino, su relación con las búsquedas intensas a lo largo de su medio siglo de existencia se centro en la construcción del imaginario que diera identidad a sus habitantes y un sello al lugar.
Si para el arte metropolitano, la modernidad consistió en plegarse a las modas desde la distancia histórica que imponen las metrópolis europeas, ocultando al objeto mediante la deconstrucción para hacerlo reaparecer aplicando lenguajes autónomos que rescatan aspectos parciales (su estructura interna, sus planos de color, sus líneas, etc), para el arte de la Boca la modernidad consistió en construir un relato que expresara con sinceridad y colectivamente la reparación de su desarraigo mediante la exposición de sus sensaciones psicológicas y sentimentales generadas desde la intimidad del cuarto del artista o su territorio peculiar
Miguel C. Victorica, quizás el menos boquense de todos los grandes maestros artistas de la escuela lo expresó con una elocuencia y poesía insuperable en el año 1940: “En La Boca se pinta con la sangre de los crepúsculos, con la sombra estrellada de sus noches” .Y en otro lugar, agregó, para completar el cuadro de su pensamiento artístico, una reflexión que refleja el profundo lazo afectivo que había establecido con el lugar; dijo entonces “”En este lugar en que todo respira vida se tiene un desprecio por todo lo innecesario”. Ese mismo pensamiento lo reafirmaba Quinquela en la autobiografía escrita por Andres Muñoz: “…no hacíamos folklore, pintábamos el ambiente en el que vivíamos”
Observese que tanto Victorica como Quinquela parten de la reivindicación del espacio físico y espiritual para aludir a la matriz de su arte, noción tan distante como desconocida para toda concepción nacida en los estratos de la vanguardia que reivindicaba la metrópoli.
Nuestra escuela desarrolló su quehacer en consonancia con la maduración del mundo de trabajo y fermentación espiritual que tuvo sus complejas raíces anímicas en el componente
etnico, el nivel de autoconciencia de la población raigal y la continua influencia de ideas artísticas y políticas que impregnaban sus espacios públicos.
No fue producto de disquisiciones teóricas ni de discusiones de capillas sino el producto privilegiado del peculiar desarrollo social y espiritual que acompañó su afianzamiento económico.
Se nutrió del aporte que realizaron sus pobladores inmigrantes, sustancialmente xeneixes que se fusionaron con el paisaje local dotándolo de una tradición propia, que cobró con el tiempo cuerpo en sus formas artísticas.
Aun cuando el tiempo que dispongo sea escaso para clarificar suficientemente el tema, creo imprescindible señalar la nomina de maestros que componen el paradigma de su escuela artística.
Para poder medir las dificultades que conllevó el proceso de comprensión del arte boquense y sus artistas bastenos señalar que hace apenas 25 años (desde el año 1986) existe certeza sobre la composición de su escuela de grandes pintores.
Habrá que destacar sin demora el importante papel que en esa definición cumplió un critico sensible que no era experto en arte boquense, pero sin embargo contribuyó sustancialmente a lograr esa caracterización definitiva. Me estoy refiriendo a Osiris Chierico
Alfredo Lazzari, Santiago E. Daneri, Miguel C, Victorica, Fortunato Lacamera, B.Q.M, Victor J. Cunsolo, José D. Rosso, Miguel Diomede, José L. Menghi, y Jeronimo M. Tiglio son hoy universalmente sus nombres indiscutidos.
En este breve reseña que realizamos antes de pasar a la exhibición del video e imágenes que mencionamos al comienzo de la disertación sobre el significado y valor de la escuela de arte boquense, quedan excluidas consideraciones de gran importancia que van desde la descripción del sello cultural de la generación de los 80 y el papel que jugó la critica de la materia desde la década de los 40 del siglo anterior en la definición del fenómeno que nos ocupa, hasta la obstinada consideración fragmentaria de sus valores que aún hoy presiden el juicio estético de los críticos e historiadores del arte contemporáneos que se ocupan de describir con poca fortuna el arte lugareño..
En rigor, consideré mas grato completar en el tiempo que se me asignó las rápidas aseveraciones que adelanté con la contemplación de una secuencia de obras que ilustran alguna de las afirmaciones expuestas y la magnificencia del trabajo artístico de sus maestros pintores.
A modo de síntesis, podría decirse que el aporte del arte boquense al acervo artístico nacional es fundamental para completar la comprensión del núcleo de sus búsquedas mas logradas; enriqueció la visión de sus paisajes clásicos, mayormente centrados en la espiritualización iconografía de la pampa en sus inicios, y luego en una modernidad de segundo orden, mediante representaciones del eje de su vida espiritual y material, el Riachuelo de los navíos, que aparecen completadas con otras escenas de la vida del lugar y temas clásicos de la gran tradición occidental (el tratamiento de naturalezas y el genero de retratos especialmente contextualizados por la pobreza material de sus ambientes, a los que se les agrega una tradición única de interiores y de visiones adentro-afuera)
Fue en La Boca donde se empezó a cultivar a través de las frescas manchas de Lazzari el paisaje suburbano y la vista portuaria; donde se trajo al arte el caserío humilde del mundo proletario y la alegría de sus calesitas y juegos; fue en la Boca donde los balcones restallaron de luz y musicalidad a través del alma romántica de Victorica y la mirada infantil de JL Menghi, y también en ella el inmigrante abrió su alma al lugar mediante la celebración de las ofrendas cotidianas que revelan los interiores de F. Lacámera , y José L. Menghi, Fue en La Boca donde José Desiderio Rosso pintó con la sensibilidad de un poeta y el dramatismo de un sufrido habitante del lugar, las inundaciones inclementes que muestran los sombríos inviernos del paraje. Fue en La Boca, finalmente, donde se celebró, como un himno a la vida, el trabajo dignificador y sacrificado que todo lo entrega a cambio de tan poco.
Sus artistas paradigmáticos no respondieron nunca a las polémicas estilísticas que cubrieron el extenso periodo 1900-1960 esterilizando tantas búsquedas,.
Solo se empeñaron en desarrollar al máximo la eclosión de energía que aceleraba el impulso completando su gesto a través de la construcción de un imaginario reparador de la perdida ultramarina.
Como un sonido que cada día se reproduce más fuerte con acento multiplicado, resuenan las palabras que estampó, como un legado, Isidoro Blaisten en un artículo aparecido en el año 2001 bajo el titulo “Entre la bohemia y el rigor formal” en la colección Velox.
“Algún día, alguien se dará cuenta de que gran parte de la mejor tradición argentina en pintura nace en la Escuela de La Boca
LA ESCUELA DE ARTE DE LA BOCA.- ALGUNAS NOTAS ACERCA DE SU SIGNIFICADO Y ALCANCE – CONFERENCIA MNBA DEL 20/0/2010
Deseo agradecer a los organizadores de la I Jornada sobre el patrimonio de la Boca que se celebra en el auditorio de la Asociación de Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires la oportunidad que brinda a quien se encuentra frente a Uds. para que exprese en este ámbito su opinión sobre el peculiar fenómeno artístico producido en la ribera sureña de la ciudad entre los principios del siglo anterior y sus mediados.
Aludo a la formación, desarrollo y lento crepúsculo de la notable Escuela de arte de La Boca
Cuando no se la niega, se menciona en los manuales de la materia de modo ambiguo su importancia, pero no se ha reparado suficientemente en su definición y carácter , y particularmente, no se ha detenido la opinión especializada en destacar la densidad orgánica de sus elementos constitutivos .
Han sido presentados sus artistas como expresiones individuales de una actitud ante la pintura, o de simples creadores empeñados en manifestar su adhesión a ciertas representaciones de la modernidad, pero nunca han sido exhibidos sus trabajos y puntualizados sus enfoques como componentes conspicuos de un mundo particular en el que lo artístico constituyó la coronación de la vida colectiva.
Y eso fue, en su búsqueda fundamental el arte de la escuela de la Boca; la coronación espiritual de un modo de entender la vida y sus avatares.
La expresión privilegiada de un mundo en el que convivieron en armonía indisoluble el trabajo y el espíritu, buscando dar afanosa respuesta a la vitalidad del rumoroso asentamiento.
Ninguno de sus grandes maestros pueden ser comprendidos cabalmente si se los separa de ese contexto privilegiado; hay un correlato manifiesto entre sus experiencias y la caja de resonancia que las contuvo.
El arte boquense estuvo ligado íntimamente desde su momento fundacional, en el año 1903 en que aparece el maestro toscano Alfredo Lazzari, a la vida de lugar.
Como bien lo puntualizó su historiador emblemático, Antonio Bucich, es el fruto maduro de las dos disposiciones centrales del alma italiana; la plástica y la lírica.
Desde dichas disposiciones espirituales se explica la irrupción, plenitud y decadencia de la magnifica escuela artística de La Boca que construyó un imaginario reparador construido en torno al Riachuelo.
Dió cuenta de su búsqueda de identidad mediante una miríada de imágenes cargadas de sentimiento y belleza.
Se habrá observado que fui enfático en mi afirmación inicial; cuando hablamos del arte lugareño debemos remitirlo sin ningún tipo de dudas a su marco de pertenencia; la escuela boquense.
Detrás de este señalamiento sobrevuela un intento de reivindicación.
Porque transcurrido mas de un siglo desde su aparición publica –los albores del siglo anterior- aún suele utilizarse el arsenal de análisis de la critica metropolitana canónica –toda ella elaborada entre los 16 años que van desde 1924 a 1940- para relegar sus valores artísticos y desvirtuar su carácter de fenómeno cultural mayor.
Nunca desde la mirada central se reconoció el carácter orgánico de la escuela artística boquense.
Por el contrario sus mayores representantes críticos se encargaron desde la década de los años 40 del siglo anterior, en enfatizar sistemáticamente, Julio Payró en particular, que “La Boca no tiene una escuela propia. No debe ni puede tenerla”.(50 años de arte boquense. De Andres Stoppa a nuestros días. Febrero/marzo de 1940. Galeria del Banco Municipal de Prestamos. Exposición organizada por el Ateneo Popular de La Boca que fue criticada por Payró en la revista Sur Nº 67 aparecida en el mes de abril del año 1940)
. A quién le interese el tema recomiendo que lea con detenimiento ese artículo iluminador del pensamiento artístico dominante , que es verdaderamente un manifiesto antiboquense desde la primera hasta la última linea..
Ese juicio canónico enunciado por el mayor critico de arte de la época en nuestro país, marcó la dirección y el carácter impreso a la mirada sobre el arte boquense hasta nuestros días
Ahora bien, nosotros que no observamos el fenómeno sucedido desde la terraza de la metrópoli sino desde el corazón del suburbio sureño, podemos hablar de una escuela cuando pensamos en el acontecimiento artístico boquense?
Absolutamente SI.
No solo podemos, sino que debemos hacerlo, porque de obviarlo, ocultaríamos las diferencias esenciales que distinguen al arte boquense del que desarrolló la metrópoli, centrado en la imagen mitificada de la pampa inicialmente, y más tarde en la fidelidad a los ciclos de vanguardia, cayendo en el mismo error que dominó a la crítica a lo largo de todo el siglo anterior, salvo honrosas excepciones.
Cabe formular como prologo a nuestras afirmaciones que al hablar de escuela tenemos presente que el propio diccionario, refiriéndose a los fenómenos artísticos y literarios nos indica que puede hablarse de ella (es decir, de escuela) cuando en una época y lugar determinados un conjunto de artistas trabajan en torno a temas comunes utilizando técnicas de interpretación de caracteres similares.
En ese sentido puede dudarse que los artistas boquenses cumplieron sobradamente esas exigencias?
No existió una común visión en el núcleo de sus representaciones?
No fue evidente desde el primer momento que su despliegue se inscribía en el pliego de los grandes relatos históricos en los que el arte constituye una visión privilegiada de la realidad como totalidad?
No se percibía claramente que sus imágenes, presentadas en el contexto de variaciones estilísticas propias coincidían en el rechazo de toda forma de vanguardismo tanto como de academicismo?
No alcanzaba a visualizarse que todas sus producciones tenían su eje en un elemento dinámico y fluyente que ordenaba el imaginario en construcción, el vientre de mil rayos que representaba el Riachuelo?
Para sintetizar; existe algún aficionado al arte que ante la presencia de sus obras más representativas sea capaz de confundir al artista que la pintó, al lugar que le sirvió de inspiración o la memoria que su realización celebra?
Líneas más arriba hablábamos que la indiferencia que a lo largo del extenso período que comprende la historia del arte nacionales desde 1938 a la fecha reconoce algunas honrosas excepciones
Y en ese terreno es preciso mencionar a ese critico del diario La Prensa para mi desconocido que en ocasión del 3er concurso artístico destinado a artistas noveles organizado por el Ateneo Popular de La Boca manifestó que a esa altura debíamos reconocer que en la Boca nos encontrábamos en presencia de una escuela de arte de naturaleza superior, a Osvaldo Svanascini que con la fina sensibilidad de un poeta en el año 1965 publico un encomiable trabajo titulado “Un mundo en un barrio”que se ocupó de describir las notas principales de la atmósfera boquense; a Rafael Squirru que a pesar de estar formado en una concepción nacida en la visión céntrica de lo artístico nacional y haber fundado el Museo de arte moderno en el año 1956, reconoció públicamente que la boquense debía considerarse la “protoescuela” de la de Buenos Aires, y a Raúl Vera Ocampo, que en oportunidad de la gran retrospectiva del maestro fundador de la escuela, el toscano A.Lazzari celebrada en las Salas Nacionales de exposición en el año 1987, manifestó que Lazzari fue, a su modo de ver, “el verdadero y único fundador, gestor y promotor de esa escuela que en el Río de la Plata alcanzó ribetes fundamentales”
Gestos precisos, libre de prejuicios todos ellos, que se constituyeron en clivajes de una interpretación, aún en construcción, mucho mas comprensiva del arte nacional considerado como totalidad.
Que otra manera podrá utilizarse para definir a esa corriente que en el campo de las artes plásticas creó una imagen de mundo alrededor de los temas, lugares y objetos que fueron característicos y propios de la vida inmigrante haciéndolo mediante la definición de caracteres comunes, y utilizando técnicas de representación tradicionales, en un espacio físico y psicológico compartido.
Claro que el error de la crítica al que aludo líneas más arriba no es inocente y tiene su origen en un fenómeno que trasciende al campo de la crítica artística.
Está emparentado con la matriz cultural que definió el patrón estético de legitimación impuesto por la metrópoli, y en su origen se encuentra ligado a las raíces desde las que se construyó la relación política, social y cultural con el mundo inmigrante desde las décadas finales del siglo XIX,
Pero ahondar en este tema nos llevaría muy lejos, y no es esta la oportunidad para abordarlo como lo merece.
Bástenos decir que desde la metrópoli solo se vieron con buenos ojos aquellas producciones que cumplieran con el paradigma cultural aceptado.
Se alentó una interpretación excluyente de la obra de arte que era visualizada como expresión de la modernidad estilística, y se tendió a devaluar cuando no a absorber, las mejores manifestaciones del arte marginal , al que se lo consideraba expresión de un núcleo selecto de individualidades excepcionales sin proyección antes que el producto de una construcción colectiva.
Sin embargo, la construcción colectiva es el gran aporte del arte boquense
Desde esta perspectiva que marcamos, buscó trasmitir las vivencias del mundo circundante desde los planos intimistas e iconográficos, atendiendo a las peculiaridades del lugar y al carácter de sus habitantes.
Su aparición y aún más, su explicación constituyó en su momento, y lo es todavía, un desafío a los planteos del pensamiento oficial en materia estética, que desde sus orígenes y hasta comienzos del siglo anterior elaboraron una interpretación inicial articulada alrededor de la noción del paisaje pampeano, para pasar más tarde, a interpretar lo moderno desde la tardía modernidad periférica de los 20, que enfatizó la adhesión del arte a las diversas corrientes estilísticas, desvinculándolo de toda relación con la materialidad al tiempo que transformaba los medios en fines.
Lo dice el propio Payró en la virulenta critica del año 1940 que ya mencionamos anteriormente.
En un pasaje del texto afirma ; “El tono general de la exposición era-en términos de Paris- mucho más 1910 que 1940” (Revista Sur Nº 67, abril de 1940; pagina80).
Lo que seguramente ignoraba Payró es que a los artistas boquenses no le preocupaba como a los artistas bonaerenses de entonces representar al Paris del año 1940, conscientes que para ese propósito estaban los artistas franceses mucho mejor preparados.
No siendo para La Boca el arte la expresión de una matriz superestructural de la cultura, sino una metafísica de destino, su relación con las búsquedas intensas a lo largo de su medio siglo de existencia se centro en la construcción del imaginario que diera identidad a sus habitantes y un sello al lugar.
Si para el arte metropolitano, la modernidad consistió en plegarse a las modas desde la distancia histórica que imponen las metrópolis europeas, ocultando al objeto mediante la deconstrucción para hacerlo reaparecer aplicando lenguajes autónomos que rescatan aspectos parciales (su estructura interna, sus planos de color, sus líneas, etc), para el arte de la Boca la modernidad consistió en construir un relato que expresara con sinceridad y colectivamente la reparación de su desarraigo mediante la exposición de sus sensaciones psicológicas y sentimentales generadas desde la intimidad del cuarto del artista o su territorio peculiar
Miguel C. Victorica, quizás el menos boquense de todos los grandes maestros artistas de la escuela lo expresó con una elocuencia y poesía insuperable en el año 1940: “En La Boca se pinta con la sangre de los crepúsculos, con la sombra estrellada de sus noches” .Y en otro lugar, agregó, para completar el cuadro de su pensamiento artístico, una reflexión que refleja el profundo lazo afectivo que había establecido con el lugar; dijo entonces “”En este lugar en que todo respira vida se tiene un desprecio por todo lo innecesario”. Ese mismo pensamiento lo reafirmaba Quinquela en la autobiografía escrita por Andres Muñoz: “…no hacíamos folklore, pintábamos el ambiente en el que vivíamos”
Observese que tanto Victorica como Quinquela parten de la reivindicación del espacio físico y espiritual para aludir a la matriz de su arte, noción tan distante como desconocida para toda concepción nacida en los estratos de la vanguardia que reivindicaba la metrópoli.
Nuestra escuela desarrolló su quehacer en consonancia con la maduración del mundo de trabajo y fermentación espiritual que tuvo sus complejas raíces anímicas en el componente
etnico, el nivel de autoconciencia de la población raigal y la continua influencia de ideas artísticas y políticas que impregnaban sus espacios públicos.
No fue producto de disquisiciones teóricas ni de discusiones de capillas sino el producto privilegiado del peculiar desarrollo social y espiritual que acompañó su afianzamiento económico.
Se nutrió del aporte que realizaron sus pobladores inmigrantes, sustancialmente xeneixes que se fusionaron con el paisaje local dotándolo de una tradición propia, que cobró con el tiempo cuerpo en sus formas artísticas.
Aun cuando el tiempo que dispongo sea escaso para clarificar suficientemente el tema, creo imprescindible señalar la nomina de maestros que componen el paradigma de su escuela artística.
Para poder medir las dificultades que conllevó el proceso de comprensión del arte boquense y sus artistas bastenos señalar que hace apenas 25 años (desde el año 1986) existe certeza sobre la composición de su escuela de grandes pintores.
Habrá que destacar sin demora el importante papel que en esa definición cumplió un critico sensible que no era experto en arte boquense, pero sin embargo contribuyó sustancialmente a lograr esa caracterización definitiva. Me estoy refiriendo a Osiris Chierico
Alfredo Lazzari, Santiago E. Daneri, Miguel C, Victorica, Fortunato Lacamera, B.Q.M, Victor J. Cunsolo, José D. Rosso, Miguel Diomede, José L. Menghi, y Jeronimo M. Tiglio son hoy universalmente sus nombres indiscutidos.
En este breve reseña que realizamos antes de pasar a la exhibición del video e imágenes que mencionamos al comienzo de la disertación sobre el significado y valor de la escuela de arte boquense, quedan excluidas consideraciones de gran importancia que van desde la descripción del sello cultural de la generación de los 80 y el papel que jugó la critica de la materia desde la década de los 40 del siglo anterior en la definición del fenómeno que nos ocupa, hasta la obstinada consideración fragmentaria de sus valores que aún hoy presiden el juicio estético de los críticos e historiadores del arte contemporáneos que se ocupan de describir con poca fortuna el arte lugareño..
En rigor, consideré mas grato completar en el tiempo que se me asignó las rápidas aseveraciones que adelanté con la contemplación de una secuencia de obras que ilustran alguna de las afirmaciones expuestas y la magnificencia del trabajo artístico de sus maestros pintores.
A modo de síntesis, podría decirse que el aporte del arte boquense al acervo artístico nacional es fundamental para completar la comprensión del núcleo de sus búsquedas mas logradas; enriqueció la visión de sus paisajes clásicos, mayormente centrados en la espiritualización iconografía de la pampa en sus inicios, y luego en una modernidad de segundo orden, mediante representaciones del eje de su vida espiritual y material, el Riachuelo de los navíos, que aparecen completadas con otras escenas de la vida del lugar y temas clásicos de la gran tradición occidental (el tratamiento de naturalezas y el genero de retratos especialmente contextualizados por la pobreza material de sus ambientes, a los que se les agrega una tradición única de interiores y de visiones adentro-afuera)
Fue en La Boca donde se empezó a cultivar a través de las frescas manchas de Lazzari el paisaje suburbano y la vista portuaria; donde se trajo al arte el caserío humilde del mundo proletario y la alegría de sus calesitas y juegos; fue en la Boca donde los balcones restallaron de luz y musicalidad a través del alma romántica de Victorica y la mirada infantil de JL Menghi, y también en ella el inmigrante abrió su alma al lugar mediante la celebración de las ofrendas cotidianas que revelan los interiores de F. Lacámera , y José L. Menghi, Fue en La Boca donde José Desiderio Rosso pintó con la sensibilidad de un poeta y el dramatismo de un sufrido habitante del lugar, las inundaciones inclementes que muestran los sombríos inviernos del paraje. Fue en La Boca, finalmente, donde se celebró, como un himno a la vida, el trabajo dignificador y sacrificado que todo lo entrega a cambio de tan poco.
Sus artistas paradigmáticos no respondieron nunca a las polémicas estilísticas que cubrieron el extenso periodo 1900-1960 esterilizando tantas búsquedas,.
Solo se empeñaron en desarrollar al máximo la eclosión de energía que aceleraba el impulso completando su gesto a través de la construcción de un imaginario reparador de la perdida ultramarina.
Como un sonido que cada día se reproduce más fuerte con acento multiplicado, resuenan las palabras que estampó, como un legado, Isidoro Blaisten en un artículo aparecido en el año 2001 bajo el titulo “Entre la bohemia y el rigor formal” en la colección Velox.
“Algún día, alguien se dará cuenta de que gran parte de la mejor tradición argentina en pintura nace en la Escuela de La Boca
Como Carlos Semino es un maestro de la especialidad a la cual hace culto por amor al arte en toda su dimensión, quiero colaborar a la difusión de esta conferencia en mi página Congreso Abierto. Será una bella nota multicolor entre los grises de la política pero de especial importancia para los periodistas. Entiendo que esa conferencia fue brindada el 8 de septiembre de 2010 pero tengo dudas porque en la presentación que aquí se formula quedó consignada otra fecha y, además, de modo incompleto. Suele pasar. Lo que no debe pasar es la oportunidad de felicitarlos, lo cual encarezco hagan extensivo al exquisito y pintón mediocampista de Casa Amarilla, allá por el Sesquicentenario.
Con todo afecto,
Armando Vidal
Acabo de pegar con admiración por la sensible pluma del poeta el texto de Carlos Semino. Qué notable relación entre cuna y arte, entre vida y política. Tan grande, que los políticos de La Boca nunca pudieron representarla ni siquiera en medida cercana.
De nuevo mi agradecimiento, Armando Vidal
Hola Armando
Perdon la demora en contestar pero estuve casi 5 meses en Cuba y es dificil manatener contactos fluidos desde alli debido al alto costo de las comunicaciones.
El texto publicado es el enviado por Carlos de manera completa y el mismo que esta en la pagina de la Catedra Unesco de Turismo y Cultura y es la exposicion suya en las «I Jornada de Patrimonio y Cultura de la Boca del Riachuelo» que se llevo a en el Museo Nacional de Bellas Artes en 2010.
La III Jornada se celebro el pasado 7 de Agosto.
En esta pagina inetnto difundir todo el quehacer de la comunidad boquense sin distincion alguna y de todos los sectores, eso si, sin banderias politicas
Un fuerte abrazo
E.A